El
mundo relevante para cada uno es el que se tiene en la mente.
Los
asuntos, problemas y temas que a uno le importan, son aquellos que
uno ha conocido y que ocupan un lugar en la propia conciencia.
Personas,
lugares, países, hechos y procesos, nos interesan en la medida que
tenemos ideas, informaciones y conocimiento sobre ellos.
Por
eso a los políticos les interesa tanto “quién pone la agenda”,
y a eso llaman ‘hegemonía’. Controla el mundo el que controla
las mentes, no el que controla el capital, la tecnología, las
instituciones públicas o los ejércitos (aunque éstos son también
medios poderosos para controlar las mentes).
Es
esencial, en consecuencia, identificar claramente el origen de las
informaciones, de las ideas y del conocimiento que vamos adquiriendo
cada día, la mayor parte de las veces pasivamente. Y preguntarnos
siempre: ¿Quiénes son los emisores que, poniendo en nuestras mentes
las ideas y las informaciones que a ellos interesan, van
estableciendo lo que termina importándonos a nosotros?
El
cambio más profundo que está ocurriendo actualmente en el mundo es
el paso, desde una situación en que los emisores eran los pocos que
tenían posibilidad de hablar y escribir en los medios de
comunicación (gobernantes, dirigentes políticos, sacerdotes,
intelectuales, periodistas y artistas famosos), hacia una situación
nueva en que los emisores se han multiplicado exponencialmente, en
que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de seleccionar lo que
va asimilando en su propio mundo interior, y con ello también de
convertirnos en emisores y difusores de informaciones, ideas,
conocimientos, experiencias, proyectos, etc.
Tenemos
hoy a nuestro alcance la posibilidad de asumir crecientemente el
control del mundo relevante para cada uno de nosotros, el que
asumimos en nuestra propia mente. Y tenemos la posibilidad de
proyectarlo hacia otros, y de ese modo contribuir a crear y
transformar el mundo de todos, entre todos.
Es
una nueva civilización que está así surgiendo, en la cual podemos
poner aquellos contenidos y aquellas formas que nos importan. El
resultado – esto es, cómo llegue a ser esa civilización en
construcción – no lo sabemos, pues será el resultado del
encuentro e interacción de los miles de millones de conciencias
humanas emitiendo, recibiendo e intercambiando lo que tenemos dentro.
No
está garantizado que el resultado sea un mundo mejor que el actual;
aunque podemos esperar que así sea si confiamos en el ser humano.
Pero
en todo caso, lo que influyamos cada uno de nosotros en ese
resultado, será siempre mayor que cero, y será más o menos amplio,
profundo, novedoso y rico, cuanto más amplio, profundo, creativo,
autónomo y solidario sea lo que desarrollemos en nuestra conciencia
y difundamos con los medios a nuestro alcance.
No
le ‘demos bola’, no dejemos que ocupen lugar en nuestra mente los
mensajes llenos de odios, de mentiras, que esconden mezquinos
intereses políticos y económicos, que a veces tienen amplia
difusión no sólo en los medios sino también en las redes sociales.
Estemos atentos y seamos conscientes del mundo interior que vamos
creando en nosotros mismos. Y favorezcamos, difundamos,
multipliquemos todo aquello de grande, de verdadero, de bueno, de
bello, de valor universal, que vayamos conociendo y asumiendo como
propio.
Cuando
mayor sea nuestro crecimiento interior, el desarrollo de nuestra
propia creatividad, autonomía y solidaridad; cuanto mejor, más
amplio, más profundo y más rico sea lo que lleguemos a ser y a
tener dentro, el mundo de todos podrá ser también mejor, más
amplio, más profundo, más libre, más creativo, más solidario.
Luis
Razeto