SOBRE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES Y NUESTRAS OBLIGACIONES CON LA NATURALEZA


(Nota provisoria, para una reflexión más amplia, sobre los derechos de los animales y sobre el comportamiento y las relaciones de los seres humanos con los individuos de las otras especies animales y con la naturaleza en general, que puedan considerarse moralmente buenos o legítimos).
 
Existe hoy gran confusión respecto a la cuestión de los derechos de los animales. ¿Podemos matar a un animal?¿Podemos hacerlo sufrir? ¿Bajo qué condiciones -si es que las hay - hacer aquello pudiera ser considerado un comportamiento moralmente bueno, legítimo, aceptable? ¿Tienen derechos los animales, que los humanos debamos respetar y hacer respetar a todos, mediante el establecimiento de leyes que los protejan? Más en general, se trata de determinar cual ha de ser la relación adecuada o justa que los seres humanos debamos establecer con ellos, y cuál sea al respecto el comportamiento correcto. Y por sobre todas estas y otras preguntas similares, ¿existe alguna razón válida, que pueda ser universal y racionalmente aceptable, que establezca alguna superioridad de la especie humana sobre todas o cualquiera otra de las especies animales, y que justifique que los seres humanos podamos utilizarlos en función de nuestro propio beneficio y utilidad, sin considerar las implicaciones o los sufrimientos que puedan derivarse para ellos?
 
La cuestión ha de ser abordada desde la ciencia o filosofía de la ética. En efecto, se trata de un tema específicamente ético, o si se quiere precisar así, de preguntas que corresponden al ámbito de la llamada bioética. La ética es, en efecto, la ciencia cuyo objeto es orientar el comportamiento y las acciones humanas conforme a los valores superiores del bien y la justicia. Pues decimos que el comportamiento y las acciones humanas son buenas y justas, cuando están orientadas a la realización del bien, como principio ético trascendental que determina, o del cual se desprenden, los criterios del comportamiento moral.
 
La primera consideración que hay que hacer, es que solamente los seres humanos somos seres moralmente responsables. Somos la única especie que puede considerarse como “sujeto de moral”. En efecto, nadie pretendería juzgar y condenar a un gato porque se come un ratón, o a un pescado grande por engullir a uno menor. Ninguna especie animal tiene la más mínima consideración o respeto por un individuo de una especie distinta a la propia (excepto cuando el respeto resulta simplemente del miedo que se tenga de la agresión de que puede ser objeto por parte del otro, lo cual no constituye una consideración de tipo moral).
 
Al interior de cada especie, sin embargo, pueden identificarse modos de comportamiento y tipos de relaciones que podemos asociar a determinados valores, como pueden ser, por ejemplo, el cuidado y el afecto que los gatos tienen por sus crías, que impele a proveerles alimentos, a respetar sus espacios, etc. Pero aún en estos casos, no diremos que se trata de comportamientos que ameriten un juicio ético, pues los animales realizan tales acciones por instinto natural, y si en ocasiones faltan en ellas, nadie los juzgaría como animales moralmente condenables.
 
Sólo los individuos de la especie humana somos sujetos morales. Y lo somos, en razón de una cualidad característica y distintiva: la libertad y la conciencia que podemos tener de nuestros comportamientos y acciones, así como de las consecuencias que ellos producen, sea sobre nosotros mismos, sobre los demás, o sobre cualquier otro orden de la realidad.
 
Somos sujetos morales porque tenemos conciencia, esto es, porque podemos conocer los efectos de nuestras acciones, anticipando los resultados de ellas, y por tanto, pudiendo asumir responsabilidad sobre lo que hacemos o dejamos de hacer. Pero no basta el conocimiento y la conciencia, pues nada que conozcamos pudiera determinarnos moralmente si no tuviéramos la posibilidad de decidir sobre nuestras acciones, con algún grado de libertad, en función de los efectos que podamos prever que tenga lo que decidamos hacer.

Son la conciencia y la libertad con que actuamos lo que nos hace responsables de nuestras acciones y comportamientos; y precisamente por ello, en cuanto podemos o no asumir conscientemente y libremente la responsabilidad, y actuar conforme a lo que retengamos bueno, es que somos sujetos de merecimientos o de juicios reprobatorios o condenatorios.
 
Pues bien, si la ética (ciencia del comportamiento moral) está sujeta y guiada por el criterio último y superior del Bien moral, y el Bien moral es determinable exclusivamente para el comportamiento y las acciones de los seres humanos - estando todo lo demás que ocurre en la naturaleza y en la vida determinado y ordenado naturalmente, sin que en ello intervenga la posibilidad del arbitrio entre opciones que generen merecimientos o reprobaciones -, debemos concluir que el único criterio de la moral ha de ser el logro o realización del Bien en cuanto posible de ser realizado o afectado, afirmado o negado.

Como esta afirmación (o negación) es una cualidad exclusiva del comportamiento y de las acciones humanas, concluiremos que el criterio moral último no puede ser otro que favorecer la realización y cumplimiento del bien moral por parte de los seres humanos. Así, será considerado bueno, éticamente justo y necesario, aquello que favorezca o induzca el buen decidir y el buen actuar por parte del sujeto que puede o no hacer el bien. Reprobable será aquello que obstaculice o niegue la realización del bien moral.
 
La conclusión del razonamiento es, básicamente, que la determinación del bien moral es algo que corresponde a la especie humana, que ha de hacerlo en función de ella misma: de su propio mejoramiento y actuar moral, virtuoso. De esta primera conclusión derivan específicas indicaciones respecto a lo que pueda o no hacerse con los animales. Por ejemplo, hacer sufrir a un animal, o no impedirlo pudiendo estar en nuestra capacidad el hacerlo, no sería aceptable, porque ello daña nuestra humanidad y nos convierte en seres crueles, insensibles, irresponsables, insolidarios con la vida, etc. En cambio, matar un cordero de nuestra propiedad con el objeto de alimentar a un grupo de personas que de otro modo moriría de hambre, constituye un acto de la más elevada moralidad, pues se orienta directamente a la realización de un bien moral.

Otra consecuencia del criterio indicado es que los humanos, como individuos y como humanidad, tenemos responsabilidad directa sobre la naturaleza y todo lo que suceda en ella, sobre todo ser vivo que habite en el planeta, las plantas y animales de todas las especies y en su extraordinaria diversidad y ecología; y también somos responsables de los ríos, lagos y mares, campos, selvas, desiertos y montañas. Es nuestro deber moral conocer y amar, y en consecuencia proteger, perfeccionar y desarrollar con sentido moral la realidad en todas sus formas, pues de ese conocimiento y amor dependerá que actuemos en y sobre la naturaleza y el mundo conforme al Bien, que como dijimos, es la única y última guía del actuar éticamente correcto.
 
Luis Razeto



EL PROFETA, EL SABIO, EL SACERDOTE, EL REY Y EL APÓSTOL COMO METÁFORAS DE LOS CREADORES DE LA NUEVA CIVILIZACIÓN

En la Biblia y en otros antiguos textos considerados sagrados, se presentan diversas figuras humanas paradigmáticas, entre las que destacan los profetas, los sabios, los sacerdotes, los reyes y los apóstoles, que cumplen en la sociedad y en el seno del pueblo diferentes funciones y actividades.
Reflexionando sobre la creación de una nueva civilización, hoy necesaria incluso como condición de sobrevivencia de la especie humana, y analizando las actitudes que asumen y las funciones que empiezan a cumplir personas comprometidas vitalmente con este gran proyecto, me ha parecido que aquellas cinco figuras históricas son buenas metáforas de las principales funciones, actividades y actitudes que son indispensables hoy día para la creación de una nueva civilización.
Tal vez no se trata ahora, como en las figuras antiguas, de personalidades particulares que cumplan de modo eminente unas u otras de esas funciones, sino más bien de la necesidad de que muchos seamos, o que tengamos y compartamos en alguna pequeña o mayor medida, las cualidades propias de los profetas, los sabios, los sacerdotes, los reyes y los apóstoles.
En tal sentido podríamos decir que la creación de una nueva civilización requiere la formación y la actividad de muchos profetas, sabios, sacerdotes, reyes y apóstoles asociados, organizados. Y que muchos individualmente despleguemos los rasgos y las actitudes que corresponden a los del profeta, del sabio, del sacerdote, del rey y del apóstol.

El profeta.

El profeta era un crítico implacable de los comportamientos y de las relaciones en que caían las multitudes y el pueblo cuando se conformaban a las exigencias de la economía, la política y la cultura predominantes, y era al mismo tiempo un visionario que anunciaba los gravísimos males que habrían de recaer sobre todos, si no se enmendaba el rumbo.
El profeta denuncia y critica, pero no al modo en que lo hacen actualmente muchos periodistas, políticos de oposición, militantes anti-sistémicos y muchísimas personas, que critican a los gobernantes y políticos, a los empresarios y comerciantes, a los medios de comunicación y a las instituciones, esperando absurda o ingenuamente que sean protagonistas del cambio aquellos mismos que sostienen las estructuras dominantes.
Al contrario, los profetas no halagan al pueblo exponiendo sus quejas y demandas ante los poderosos, sino que se dirigen al pueblo y a toda la gente para exponerles con claridad y firmeza que son ellos mismos los que a fin de cuentas sustentan las estructuras que los oprimen, al comportarse de los modos que lo demandan los gobernantes, los empresarios, comerciantes y banqueros, los periodistas, 'animadores' y artistas de la TV, en síntesis los 'poderosos' de la política, la economía y la cultura. 
Los verdaderos profetas explican a todo el que pueda oírlos, que son los consumistas quienes sostienen al capitalismo, los endeudados quienes enriquecen al sistema financiero, los electores quienes sostienen el sistema político, los que no denuncian la corrupción quienes permiten a los corruptos, los que gozan de la modernidad quienes causan el deterioro ambiental y los daños ecológicos, quienes pasan largas horas frente a la televisión los que fomentan la pérdida de valores y difunden la debilidad moral.
Porque la TV se guía por los ratings, la producción y el comercio por la demanda, la banca sobre la petición de créditos, el capitalismo sobre la avidez y la competencia de todos, la corrupción sobre los que la permiten, etc.. Los gobernantes, los empresarios y banqueros, los comunicadores de masas, etc. continuarán actuando como lo hacen, aunque sean cambiados por otros con distintas orientaciones ideológicas, mientras los ciudadanos continúen viviendo y actuando de las mismas maneras que hoy predominan, y que son las que sostienen a las estructuras y dinámicas políticas, económicas, sociales y culturales dominantes.
Por eso no es fácil tener comportamientos de profeta. Porque los profetas no halagan ni son halagados, y por ello a menudo son marginados y excluidos por quienes no quieren escuchar las verdades ni cambiar esos modos de vivir que sostienen al 'sistema'. Pero se necesita con urgencia que se desarrolle cierto 'espíritu de profecía', pues de ello depende en gran medida el futuro de la humanidad, o mejor dicho, que la humanidad tenga futuro.

El sabio.

El sabio era el hombre o la mujer de conocimiento, que habiendo reflexionado y meditado en profundidad los problemas que aquejaban a la sociedad, tenían un diagnóstico preciso de la realidad y conocían las soluciones posibles. Su empeño era entonces exponer con claridad y sencillez los procesos y actividades que eran necesarias para acceder a un estado de vida superior.
El sabio es un guía intelectual y un educador, que abre el entendimiento de las personas y enseña el camino y los comportamientos apropiados. No es un líder carismático que entusiasma a las multitudes, sino alguien que las hace reflexionar. Tampoco es un intelectual erudito que emplea lenguajes especializados que sólo pueden descifrar los especialistas. El sabio es persona de grandes síntesis, pero no se queda en generalidades sino que sabe entrar en lo específico de las situaciones y problemas que se viven cotidianamente, y puede proponer los proyectos e iniciativas que hay que implementar en el momento presente.
A diferencia de los profetas, los sabio suelen ser apreciados por la mayoría de las personas; pero ellos no se dejan engañar por halagos, y tienen clara conciencia de que el hecho que muchos manifiesten estar de acuerdo con lo que ellos dicen, no significa que lo interioricen realmente ni que actúen en consecuencia. El sabio suele ser una persona que rehuye a la multitud, que ama el silencio y no teme a la soledad.
No es fácil alcanzar algo de sabiduría, pues ella no se entrega fácilmente sino que exige una dedicación intensa en la búsqueda del conocimiento de la realidad, y en la proyectación de los modos en que sea posible transformarla y perfeccionarla. Pero se necesita con urgencia que adquiramos una mayor sabiduría en nuestro pensar y en nuestro actuar, pues de ello depende en gran medida el futuro de la humanidad, o mejor dicho, que la humanidad tenga futuro.

El sacerdote.

El sacerdote era el hombre o la mujer formadora de comunidades. Él convocaba e invitaba a la gente, la acogía y la reunía, formando con ellas una comunidad o agrupación de personas activas, comprometidas con la obra común.
El sacerdote no emplea la invectiva de los profetas cuando se dirige a las personas reales, pues no quiere atemorizar sino animar y entusiasmar. Él es quien lleva al pueblo la enseñanza de los sabios, pero traduciéndola a las condiciones y circunstancias particulares, y buscando con persistencia que la enseñanza de los sabios se vivan concretamente en la experiencia cotidiana de las personas y en la actividad de la comunidad local.
El sacerdote anima, facilita, motiva a las personas, una a una, conociéndolas por su nombre y en sus circunstancias. El tiene la vivencia permanente de la comunidad que ha ayudado a formar y respecto de la cual siente la responsabilidad de mantenerla unida y fuerte en los valores esenciales. Por eso está atento a los problemas y conflictos que pueden afectarla, y a las oportunidades y potencialidades latentes que pueden ser desplegadas. Es un servidor de la comunidad en la que está inserto, y al mismo tiempo un estudioso de las enseñanzas de los profetas y de los sabios.
No es fácil ejercer este tipo de sacerdocio, pues requiere una gran generosidad y espíritu de servicio. Hombres y mujeres de este tipo se necesitan con urgencia, y es indispensable que desarrollemos algo de sus cualidades, pues de ello depende en gran medida el futuro de la humanidad, o mejor dicho, que la humanidad tenga futuro.

El rey.

El rey era el que ejercía el liderazgo, el conductor del pueblo, que gobernaba con apego a principios sabios y a leyes justas. El rey no era un administrador del poder y de las instituciones establecidas, sino un líder que presidía un proceso de transformación social y política, una transición que terminaba con las realidades denunciadas por los profetas y construían una realidad nueva conforme a los principios y orientaciones indicadas por los sabios.
En el proceso de transformación de lo viejo que muere a lo nuevo que nace, que más que el cambio de unas estructuras por otras es el cambio de un modo de vida decadente por otro emergente y superior, el rey debe mantener el equilibrio entre el coraje necesario para cambiar efectivamente las cosas, y la prudencia indispensable para que el tránsito no se interrumpa y revierta por la oposición de aquellos que resultan inevitablemente afectados en sus intereses.
No es fácil llegar a tener las cualidades de aquellos antiguos reyes, pues implica superar el egoísmo, las ambiciones de poder y los intereses clasistas y corporativos, y también desprenderse de las certezas ideológicas y doctrinarias, para tener en mente sólo el bien de la sociedad en su conjunto. Pero se necesitan con urgencia hombres y mujeres líderes, o mejor, que muchos desarrollemos esas cualidades del liderazgo, no para gobernar a otros sino para auto-gobernarnos, pues de ello depende en gran medida el futuro de la humanidad, o mejor dicho, que la humanidad tenga futuro.

El apóstol.

El apóstol era el hombre o la mujer que asumía el proyecto del cambio – la transformación de lo existente y la creación de lo nuevo – como una “causa” a cuya difusión por el mundo dedicaban sus vidas. Iban de un lugar a otro, de pueblo en pueblo, de grupo en grupo, anunciando el mensaje, la doctrina, el conocimiento revelado, la experiencia de lo nuevo, con verdadera pasión, esto es, con fe en la verdad y la bondad del proyecto, con la esperanza cierta de que era posible y que estaba ya siendo creado, y con la solidaridad y el amor que hacía que la causa o proyecto que promovían fuera sentido por los oyentes como propio, como liberador, como anuncio de próxima felicidad.
Para llegar a ser un apóstol, era necesario que ese hombre o mujer hubiese estado en contacto con el profeta y aceptado la conversión predicada por éste; que hubiera aprendido del sabio los conocimientos necesarios que tenía que difundir; que tuviera también los rasgos del sacerdote, esto es, la capacidad de crear y ser parte de comunidades, y que también tuviera la capacidad de liderazgo sobre aquellos a quienes, junto con anunciarles el mensaje, convocaba a realizar y vivir.
Ciertamente, un proyecto o causa tan grandioso como el de crear una nueva civilización, necesita hombres y mujeres de este tipo, apóstoles convencidos y apasionados que lo difundan, lo promuevan y lo organicen por todas partes, pues de ello depende en gran medida el futuro de la humanidad, o mejor dicho, que la humanidad tenga futuro.


Luis Razeto M.

Sobre el tema recomendamos el libro ¿CÓMO INICIAR LA CREACIÓN DE UNA NUEVA CIVILIZACIÓN?, de Luis Razeto. Se puede obtener AQUÍ 

PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - IV (Vídeo)

El cuarto y último vídeo de la serie (de hace algunos años pero que continúa vigente) PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO. En éste leo y comento el primer párrafo de "Empresas cooperativas y economía de mercado", y un párrafo de "La Travesía, Libro primero".
PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - IV

PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - III (Vídeo)

El tercero de la serie de 4 vídeos, que preparé hace algunos años, titulada PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO. En éste reproduzco la charla: "La difícil y conflictiva relación entre ética y economía".
 " PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - III (Vídeo)

PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - II (Vídeo)

El segundo Vídeo de la Serie PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO.
En éste leo y comento el último párrafo del libro "Desarrollo, transformación y perfeccionamiento de la economía en el tiempo".
PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - II

PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO - I (Vídeo)

Este es un vídeo de hace algunos años, en que leo y comento los versos del poema "Ecosofía" y unos párrafos del libro "Desarrollo, transformación y perfeccionamiento de la economía en el tiempo".
Es el primero de la serie de 4 vídeos titulada "PARA UNA NUEVA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO"