Secuencia de intuiciones a partir de preguntarse si los animales tengan algún grado de actividad racional

Estudiando el comportamiento de varias especies de mamíferos he tenido la intuición de que en ciertas circunstancias parecen querer realizar acciones que van más allá de las destrezas que les permiten sus condiciones corporales. Es como si en su mente les aparecen objetivos que quisieran realizar, para lo cual emplean sus fuerzas, capacidades y habilidades limitadas; objetivos que podrían lograr con cierta facilidad si sus extremidades, sus cabezas, sus dentaduras, sus músculos fueran más hábiles de lo que son.

La condición de desear, buscar y perseguir ciertos fines que se encuentran más allá del alcance debido a las limitaciones físicas es muy interesante, en cuanto sugiere que el cerebro del animal funciona como una mente, ciertamente mucho más simple que la mente humana, pero capaz de proponerse fines y de intentar lograrlos con los limitados medios de que disponen.

Pues bien, el hecho de establecer una relación entre medios limitados y fines por alcanzar constituye lo que se entiende habitualmente como ‘actividad instrumental’, que es una forma simple y primaria de la actividad racional, tal como la atribuimos a los seres humanos.

Conecto mi intuición con la idea del “elán vital” de Henri Bergson, un concepto hipotético que representa una fuerza creativa, inmaterial y dinámica que impulsa la evolución y el desarrollo de la vida hacia niveles de creciente organización y complejidad. Se trataría de una fuerza anti entrópica, existente en el sustrato de la materia misma, que impulsa la materia hacia la vida y la vida hacia la conciencia; concepción que naturalmente contrasta con las visiones mecanicistas y deterministas de la evolución.

En El Cosmos Noético formulé la intuición de que la existencia del hombre como el cúlmine de complejidad a que ha dado lugar la evolución de la vida en la Tierra, y el hecho que la razón y la conciencia (generadoras de la ciencia, la filosofía y la espiritualidad) constituyen las expresiones de más elevada complejidad propias de los hombres, ponen de manifiesto que el Cosmos ha evolucionado, al menos en esta parte aunque probablemente en muchos otros lugares del universo, en la precisa dirección de generar los órganos y las facultades indispensables para el conocimiento del propio Cosmos que las originan.

Conecto, finalmente, esta secuencia de intuiciones con la siguiente, de Kafka: “La oración y el arte son apasionados actos de voluntad. Con ellos se quiere superar y aumentar el alcance normalmente existente de las posibilidades de ésta. Rezar significa echarse al arco de luz transformadora que opera entre evolución y fin, ser completamente absorbidos por él para que su inconmensurable fulgor caiga sobre la pequeña y frágil cuna de la propia existencia”.

Me permito completar el texto de Kafka con los agregados que pongo en letra cursiva: La oración y el arte, como también la ciencia, la filosofía y la espiritualidad, son apasionados actos de la voluntad y de la inteligencia con los que se quiere superar y aumentar el alcance normalmente existente de las posibilidades de la voluntad y de la inteligencia. Con todos ellos nos echamos al arco de luz transformadora que opera entre evolución y fin, y ser completamente absorbidos por él para que su inconmensurable fulgor caiga sobre la pequeña y frágil cuna de la propia existencia”.

Luis Razeto

(20/08/2025)