EL MUNDO INTERIOR RELEVANTE Y LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO


El mundo relevante para cada uno es el que se tiene en la mente.

Los asuntos, problemas y temas que a uno le importan, son aquellos que uno ha conocido y que ocupan un lugar en la propia conciencia.

Personas, lugares, países, hechos y procesos, nos interesan en la medida que tenemos ideas,  informaciones y conocimiento sobre ellos.

Por eso a los políticos les interesa tanto “quién pone la agenda”, y a eso llaman ‘hegemonía’. Controla el mundo el que controla las mentes, no el que controla el capital, la tecnología, las instituciones públicas o los ejércitos (aunque éstos son también medios poderosos para controlar las mentes).

Es esencial, en consecuencia, identificar claramente el origen de las informaciones, de las ideas y del conocimiento que vamos adquiriendo cada día, la mayor parte de las veces pasivamente. Y preguntarnos siempre: ¿Quiénes son los emisores que, poniendo en nuestras mentes las ideas y las informaciones que a ellos interesan, van estableciendo lo que termina importándonos a nosotros?

El cambio más profundo que está ocurriendo actualmente en el mundo es el paso, desde una situación en que los emisores eran los pocos que tenían posibilidad de hablar y escribir en los medios de comunicación (gobernantes, dirigentes políticos, sacerdotes, intelectuales, periodistas y artistas famosos), hacia una situación nueva en que los emisores se han multiplicado exponencialmente, en que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de seleccionar lo que va asimilando en su propio mundo interior, y con ello también de convertirnos en emisores y difusores de informaciones, ideas, conocimientos, experiencias, proyectos, etc.

Tenemos hoy a nuestro alcance la posibilidad de asumir crecientemente el control del mundo relevante para cada uno de nosotros, el que asumimos en nuestra propia mente. Y tenemos la posibilidad de proyectarlo hacia otros, y de ese modo contribuir a crear y transformar el mundo de todos, entre todos.

Es una nueva civilización que está así surgiendo, en la cual podemos poner aquellos contenidos y aquellas formas que nos importan. El resultado – esto es, cómo llegue a ser esa civilización en construcción – no lo sabemos, pues será el resultado del encuentro e interacción de los miles de millones de conciencias humanas emitiendo, recibiendo e intercambiando lo que tenemos dentro.
 
No está garantizado que el resultado sea un mundo mejor que el actual; aunque podemos esperar que así sea si confiamos en el ser humano.

Pero en todo caso, lo que influyamos cada uno de nosotros en ese resultado, será siempre mayor que cero, y será más o menos amplio, profundo, novedoso y rico, cuanto más amplio, profundo, creativo, autónomo y solidario sea lo que desarrollemos en nuestra conciencia y difundamos con los medios a nuestro alcance.

No le ‘demos bola’, no dejemos que ocupen lugar en nuestra mente los mensajes llenos de odios, de mentiras, que esconden mezquinos intereses políticos y económicos, que a veces tienen amplia difusión no sólo en los medios sino también en las redes sociales. Estemos atentos y seamos conscientes del mundo interior que vamos creando en nosotros mismos. Y favorezcamos, difundamos, multipliquemos todo aquello de grande, de verdadero, de bueno, de bello, de valor universal, que vayamos conociendo y asumiendo como propio.

Cuando mayor sea nuestro crecimiento interior, el desarrollo de nuestra propia creatividad, autonomía y solidaridad; cuanto mejor, más amplio, más profundo y más rico sea lo que lleguemos a ser y a tener dentro, el mundo de todos podrá ser también mejor, más amplio, más profundo, más libre, más creativo, más solidario.

Luis Razeto

LA DIFÍCIL RELACIÓN ENTRE ECONOMÍA Y ÉTICA EN EL PENSAMIENTO ECONÓMICO


La relación entre economía y ética ha sido siempre muy difícil, porque en la economía se manifiestan habitualmente comportamientos guiados por los intereses de los individuos, las pasiones de los grupos, las ambiciones y el afán de enriquecimiento y de poderío de muchos, que contradicen los más antiguos y elementales principios éticos. Las formulaciones éticas, por consiguiente, se esfuerzan por corregir tales comportamientos y se esmeran en promover las virtudes y valores individuales y sociales en tan díscolo espacio. La ética se ha siempre empeñado en domar los intereses, las pasiones, las ambiciones, el afán de lucro, etc. utilizando para ello las herramientas que le proporcionan la teología, la filosofía e incluso las ciencias; pero ha tenido en ello poco éxito.
Más aún, ha ocurrido que a nivel del pensamiento, esto es, en cuanto al modo en que se ha pensado y concebido la economía, el proceso histórico muestra un progresivo y muy lento pero inexorable camino de autonomización de la economía (de las ideas sobre la economía) respecto a la ética. Tal proceso marca la derrota histórica de la ética, o bien el triunfo de las lógicas puramente económicas sobre las razones y exigencias de la ética, esto es, en última síntesis, el triunfo de los intereses sobre las virtudes.
Es interesante hacer una breve reseña histórica de este proceso, para comprender en qué momento y situación nos encontramos.
Podemos comenzar con La República de Platón, en que aparece la que es tal vez la primera formulación conceptual sobre la economía. El modelo político-económico propuesto por Platón se funda exclusivamente en motivaciones éticas, en cuanto toda la propuesta busca forjar un nuevo hombre en el cual la virtud y la buena disposición del alma guiarán sus acciones y lo alejaran del vicio y la violencia. Por ello Platón rechaza la propiedad privada y postula la propiedad común, y en Las Leyes, aplica una rigurosa concepción ética de la que desprende los principios que la traducen en la organización del Estado y de la economía. 
Platón es consciente que hay una absoluta distancia entre la economía real y su formulación ética de la economía, pero es clara su intención de que ésta llegue a aplicarse. Así se comprende claramente del siguiente diálogo, en La República, 592b:
Glaucón: Ya entiendo; quieres decir: en aquella ciudad que ahora hemos fundado y discutido, que tiene su sede en nuestros razonamientos y discursos, pues no creo que exista en ningún lugar de la tierra.
Sócrates: Pero en el cielo quizás exista un modelo de ella para el que quiera verla, y viéndola se proponga fundarla en sí mismo”.
También Aristóteles examina la economía desde la ética, distinguiendo la economía doméstica (el gobierno de la casa) y la crematística (los negocios), ensalzando la primera y criticando la segunda, por razones morales. Aristóteles enseña que la organización de la economía y del Estado debe orientarse por la búsqueda del bienestar y la felicidad de los ciudadanos, y con este criterio el conocimiento económico consiste en distinguir y juzgar lo que está bien y lo que está mal en ella. Pero es más realista que Platón respecto a la naturaleza humana, lo cual lo lleva a la importante afirmación económica (no propiamente ética) de que “lo que es común a muchos obtiene un mínimo de cuidado, pues todos se preocupan de sus cosas propias, y menos de lo común, o tan sólo en lo que les atañe”.

En la Edad Media, con la filosofía cristiana y la escolástica, la ética continúa siendo entendida como la guía práctica de la actividad económica, lo que se intenta lograr a través de la enunciación de “preceptos”, como los relativos a la propiedad, a la usura, al trabajo, al salario, al desprendimiento de la riqueza, al sentido social de ésta, etc. Si bien se entiende que la economía es algo que como realidad es independiente, todo el saber económico apunta a subordinarla a la ética. De este modo el conocimiento económico se manifiesta en forma de enunciados sobre el “deber ser” de las decisiones económicas. La economía es sierva de la ética, de igual modo que la filosofía es sierva de la teología, en una estructura del saber jerarquizado, en cuya cima se encuentra la teología.
Esta etapa de la relación entre economía y ética culmina en la magnífica Utopía de Tomás Moro, que consta de dos libros. El primero describe críticamente la situación económico-socio-cultural de Inglaterra en ese tiempo, describiendo la ruina de los artesanos, el despojo de los campesinos, el encarecimiento de la vida, el auge del vicio y de la indigencia y la vagancia. Es una crítica ética de la economía. Que continúa en el segundo libro, en que Tomás Moro formula cual debiera ser el orden económico justo, la Utopía económica que corresponde al modelo de una economía ética, guiada por la ética. Tanto el análisis de la economía como el proyecto de la economía están basados en la ética, subordinados a ésta.
La separación del análisis científico de los hechos sociales y económicos respecto al juicio y guía moral sobre ellos tiene lugar en los albores de la época moderna, y sus inicios pueden atribuirse a Nicolás Maquiavelo, considerado el fundador de la ciencia política, y a quien erróneamente se ha atribuido la afirmación de que “el fin justifica los medios”. Maquiavelo nunca afirmó esto, sino que le fue atribuido por quienes no comprendieron la revolución intelectual que cumplía al afirmar que “Si un príncipe (o gobernante) se quiere mantener en el poder, debe aprender a ser no bueno, y a usarlo o no usarlo según la necesidad del momento”. La afirmación “el fin justifica los medios” es un enunciado ético para justificar cierto comportamiento. En cambio la afirmación que hace Maquiavelo es un riguroso enunciado científico sobre cómo funcionan la política y el poder, donde los objetivos se logran con independencia respecto a la ética.
Entre la segunda mitad del siglo XV y mediados del XVII aparece la teoría económica conocida como “mercantilismo”, que por primera vez examina la economía como realidad objetiva independiente de las doctrinas. Las formulaciones de J.B.Colbert, William Petty, John Locke, John Law, etc. constituyen el comienzo del proceso de autonomización de la ciencia económica respecto a la ética; pero es una separación precaria, pues todavía se busca apoyo moral para las formulaciones y propuestas económicas. En efecto, en un contexto cultural dominado por las concepciones religiosas, el mercantilismo busca todavía una fundamentación ética, o más exactamente, encuentra una justificación ética en el pensamiento de Calvino y en la Reforma Protestante, que dan una valoración positiva de la actividad económica, de los negocios y del enriquecimiento personal y de las naciones.
Es importante tener en cuenta la función cumplida por la reforma protestante en este cambio de perspectiva. Max Weber examina en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de qué modo la Reforma estableció los fundamentos doctrinarios y éticos necesarios para justificar el ‘espíritu del capitalismo’, que identifica en la búsqueda racional de las ganancias económicas y que supone la dedicación a los negocios como una actividad que no es ‘mundana’ sino necesaria y éticamente justificada. La justificación protestante del espíritu capitalista se desenvuelve en varios momentos teóricos, estando su origen en la separación efectuada a nivel teológico entre la salvación del alma de las personas respecto de su comportamiento. Si la salvación está predeterminada por la Providencia y no depende del ejercicio de las virtudes, la predilección divina de los individuos puede encontrar manifestaciones ya en este mundo a través del éxito y el logro de una situación de bienestar económico. Este momento conceptual era indispensable, habida cuenta de la concepción cristiana que ponía a los pobres como privilegiados divinos y a los ricos arriesgando su salvación. Por cierto, la ética protestante valora el bienestar y la riqueza solamente cuando son obtenidos mediante el esfuerzo personal y el trabajo, la vida modesta y el ahorro, la creatividad y el espíritu emprendedor.
Después de Maquiavelo, todas las ciencias sociales, incluida la economía, siguiendo en ello al filósofo empirista que fue también economista e historiador David Hume, separan rigurosamente los juicios sobre los hechos de los juicios de valor, el análisis de la realidad considerada objetiva (de lo que es) del análisis del deber ser (considerada una cuestión subjetiva). Así, por ejemplo, la sociología comienza con Durkheim que identifica el principio metodológico de “tratar los hechos sociales como cosas”. Es la gran revolución epistemológica realizada por el positivismo, que marca la ruptura de la conciencia moderna respecto a las filosofías anteriores y la conciencia antigua y medieval. De la conciencia como sujeto ético se pasa a la conciencia como sujeto cognitivo.
La independencia definitiva del pensamiento económico respecto de la ética se cumple con la Fisiocracia (Francisco Quesnay) y más marcadamente con el liberalismo, que grafica esta independencia en la famosa frase “laissez faire, laissez passer” de Vicente de Goumay. El proceso teórico culmina en Adam Smith, considerado por muchos como el fundador de la ciencia económica moderna. Smith era un filósofo y su primera obra “Teoría de los Sentimientos Morales” tenía un marcado carácter ético en cuanto se centraba en el estudio de la conducta humana. Pero la obra por la cual se lo reconoce como economista – La Riqueza de las Naciones- establece que los objetivos de la economía son: a) permitir que la gente se proporcione ingresos, y b) proporcionar al Estado los ingresos crecientes que le permitan la prestación de los servicios públicos.
La ética ha desaparecido así de los objetivos de la economía, y también del análisis económico. En efecto, Adam Smith plantea que la economía se caracteriza por hechos constantes y uniformes que se repiten y constituyen leyes. Es así que formula como principios y leyes principales de la economía tras el logro de sus objetivos de generar riqueza: a) el interés propio como motor de la actividad; b) la competencia como impulsor de la eficiencia; c) la ley de la oferta y demanda como mecanismo regulador, y d) la ley del valor del trabajo como fundamento de la acumulación económica.
La ciencia económica continuará desde entonces y hasta nuestros días como una disciplina que analiza los hechos y propone modelos teóricos exclusivamente en base a la información empírica interpretada por conceptos supuestamente referidos a los hechos, relaciones y procesos prácticos, ajena a toda consideración ética. Ello es así incluso en la teoría crítica marxista, toda vez que Marx y sus seguidores no abandonan el concepto de que la economía se encuentra regida por leyes, tanto en su continuidad como en la transformación de un modo de producción a otro, sin poner la menor expectativa de que los cambios económicos puedan provenir de decisiones y formulaciones éticas que adopten los individuos y los grupos.
El proceso de independización de la economía respecto de la ética llega a su máxima expresión con Keynes, que por primera vez reconoce y formula algo que estaba implícito en autores anteriores, a saber, que la economía funciona de manera adecuada cuando se organiza contrariando directamente los principios éticos tradicionales. Escribe Keynes textualmente: “Cuando más virtuosos seamos, cuando más resueltamente frugales, y más obstinadamente ortodoxos en nuestras finanzas personales y nacionales, tanto más tendrán que descender nuestros ingresos cuando el interés suba relativamente a la eficiencia marginal del capital. La obstinación sólo puede acarrear un castigo y no una recompensa, porque el resultado es inevitable. Por tanto, después de todo, las tasas reales de ahorro y gasto totales no dependen de la precaución, la previsión, el cálculo, el mejoramiento, la independencia, la empresa, el orgullo o la avaricia. La virtud y el vicio no tienen nada que ver con ellos”. (Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, pág. 105) Keynes es abundantemente reiterativo, y propone para ilustrar sus conceptos la fábula “El panal rumoroso o la redención de los bribones” cuyos versos principales rezan así: “Ay, pero en este concierto / del comercio y la honradez / el panal de antigua nobleza / se va quedando desierto! / Pues si el vicio a chorro abierto / despilfarraba millones / alimentaba a montones / que hoy se quedan sin oficio / y echando de  menos el vicio / emigran a otras regiones. / Porque si bien se repara / la insobornable virtud / no es prenda de la salud ...
De este modo la racionalidad ética parece haber perdido la partida histórica en que se ha enfrentado con la racionalidad científica. Sin embargo la ética no se ha dado por vencida, y en la economía moderna ha mantenido la presencia de su discurso, buscando eficacia práctica por tres caminos diferentes.
El primero ha sido el de plantear formas económicas éticas como propuestas alternativas a las predominantes. Así el cooperativismo, el comunitarismo, y más recientemente, las finanzas éticas, el consumo ético, el comercio justo, etc. En todos estos proyectos, se proponen modelos de unidades económicas (producción, distribución y consumo) derivados de principios éticos; pero tienen un problema que no logran resolver, y es que no son verdaderamente eficientes, exigen sacrificios a sus participantes (cuando la lógica de la economía es la de maximizar los beneficios y el bienestar), y finalmente no logran consolidarse ni expandirse en el mercado, permaneciendo como islas testimoniales marginales respecto a la economía en su conjunto.
El segundo camino ha sido buscar la subordinación de la economía a la ética a través de la acción del poder social y político. Las razones éticas proporcionan argumentos a las luchas sociales de los sectores que experimentan la marginación o la subordinación económica, y a las corrientes políticas que las convierten en políticas del Estado y que imponen, por la vía de la autoridad y las regulaciones, las exigencias éticas sobre la economía. Los resultados parciales que se han logrado por esta vía suelen ser fuertemente resistidos por los economistas en cuanto implican sacrificios de la eficiencia macroeconómica, y en realidad no constituyen una genuina validación de la ética sino de la razón política por sobre la razón económica.
El tercer modo en que se mantiene vigente el pensamiento ético sobre la economía es a través de propuestas intermedias que buscan algún equilibrio entre la búsqueda de la eficiencia económica y las exigencias de la ética. Se sacrifica en parte la racionalidad económica y se moderan las exigencias de la racionalidad ética, en una suerte de compromiso cultural. Conceptos como los de responsabilidad social empresarial, salario ético, políticas redistributivas, van en esta dirección. El problema es que tales equilibrios intermedios dejan insatisfechas tanto a las razones de la economía como a las de la ética, debiendo ambas renunciar a sus reales aspiraciones de coherencia y consecuencia.
El problema de fondo que ponen estas tres maneras de enfrentar el problema, así como toda la evolución histórica del conocimiento económico, es que en realidad la ciencia económica tiene razón cuando sostiene que la subordinación de la lógica económica a la ética, o más exactamente, las interferencias de ésta en el mercado capitalista, implican sacrificar parte de la eficiencia económica de este modo de organización económica. Sé que esta afirmación puede ser y ha sido discutida con diversos argumentos, pero creo poder afirmar que la evidencia histórica es al respecto decisiva y contundente.
¿Significa esto que la ética debe renunciar a su intento de obtener que la economía proceda siempre hacia el bien social y que cumpla el objetivo de favorecer el más completo desarrollo humano, contribuyendo a   crear las condiciones para que se instalen los valores en la vida social y las virtudes en las conductas de los individuos?
No es la conclusión necesaria de este análisis. Hay una respuesta diferente, que no va en la dirección antigua y medieval de subordinar la economía a la ética, ni en la dirección moderna de mantenerlas separadas de modo que la razón ética no interfiera en la razón económica. Se trataría de algo completamente distinto y nuevo, consistente en introducir la razón ética en la teoría económica, esto es, desplegar una nueva estructura del conocimiento científico, que lo haga capaz de reconocer con rigurosidad científica las exigencias de la ética en el razonamiento y el análisis propiamente económico.
Es lo que creemos haber de algún modo realizado en la teoría económica de la economía de solidaridad, y en la Teoría Económica Comprensiva que la fundamenta. Algunos ejemplos de ello – que por razones de espacio y de tiempo nos limitamos a enunciar solamente para dar una idea del significado de esta propuesta teórica – son:
-         La elaboración de un nuevo concepto de eficiencia, que no limita la utilidad económica a la rentabilidad del capital ni los costos al pago de los factores implicados en la actividad, sino que considera en el análisis todos los beneficios y los sacrificios humanos, sociales y ambientales involucrados en la actividad económica.
-         El concepto del “Factor C” como expresión económica de las virtudes y relaciones de solidaridad, cooperación, compañerismo, etc. en cuanto constituyentes de una fuerza o factor productivo real, al que debe reconocerse su particular productividad y contribución en la generación de la riqueza.
-         El reconocimiento de las relaciones y flujos de reciprocidad, donación, compensación, comensalidad, cooperación y otros tipos de relación que incorporan un importante contenido ético, como componentes internos del proceso de distribución de la riqueza, y que es preciso integrar al análisis teórico del mercado y la circulación.
-         Un nuevo concepto de empresa, como organización económico-social que integra la subjetividad de todos los sujetos que la conforman, aportando cada uno sus propios valores, energías y potencialidades en la generación del producto.
                                                             * * * 

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VIVIR EXTERIORMENTE O DESDE LA PROPIA HUMANIDAD


La mayor parte de las personas vive exteriormente, dejándose llevar por las solicitaciones y exigencias de su entorno y de las relaciones y circunstancias en que están inmersas. Las circunstancias, relaciones y ambientes familiares, sociales, económicos, políticos y culturales les determinan su vida cotidiana, resultando así constantemente 'descentradas'. Vivir exteriormente es estar descentrado, es vivir fuera de sí. Porque son las personas, los hechos, los espacios y tiempos 'exteriores', los que habitan y llenan la conciencia de esos individuos que se piensan a sí mismos como elementos de aquello externo en que viven, actúan y mueven.

Es por vivir externamente que muchas personas suelen pensarse y sentirse a sí mismas como 'marginales', exceptuando aquellos en que un ego engrandecido les hace creer que el mundo 'gira a su alrededor', como los niños que se sienten el centro de la atención de quienes los miman.

Lo más grave de vivir exteriormente es que se pierde la propia humanidad, se desdibuja la identidad personal, y se debilitan las energías interiores. La persona que vive exteriormente ni siquiera se imagina lo que podría llegar a ser, y nunca lo intenta.

Las necesidades que experimentan las personas que viven exteriormente son aquellas que les son indicadas desde fuera: por los otros, por la publicidad, por las modas, siguiendo a los demás. Lo mismo ocurre con sus deseos y aspiraciones, que están dados por lo que otros les proponen como deseos y aspiraciones a perseguir. Incluso los compromisos con causas sociales y políticas son vividos exteriormente, ya se trate de la adhesión a un partido político, a una iglesia, a un movimiento o a un club deportivo.

Cuando las personas viven así exteriormente, son extremadamente dependientes, pues su vida depende en casi todos los aspectos de lo que suceda a su alrededor. Son llevados a exaltarse o a deprimirse por cosas que ocurren incluso en lugares lejanos y que a menudo tienen escasa importancia, como puede ser, por ejemplo, el resultado del partido de fútbol del equipo que los apasiona.

Es paradójico que el vivir externamente conlleva ser individualistas y competitivos. Porque ese mundo exterior incluye a tantos otros individuos semejantes que también dependen de él y que esperan que les proporcione lo que les interesa, lo que desean y lo que necesitan. Ese mundo externo les dice y enseña que tienen que competir. El individuo se atrinchera y apertrecha 'fuera de sí”, 'descentrado', instalado en un mundo en que es necesario competir, defenderse y a menudo también ser agresivo para enfrentar las diferentes circunstancias de un contexto que es incierto y que se sabe que es ajeno.

Y cuando llega a ocurrir que el mundo exterior en que han llegado a ocupar un lugar y tener un puesto, se altera o desmorona por alguna circunstancia casual o por un hecho causado por procesos que no controlan (enfermedad, pérdida del empleo, ruptura de la convivencia en el círculo en que se mueven, etc.), esas personas experimentan internamente la alteración y desmoronamiento exterior. El desbarajuste externo se refleja y reproduce inmediatamente en su interior, que contiene sólo aquello externo. Depresión, desorientación, melancolía, aburrimiento, son causadas por hechos que ocurren o dejan de ocurrir fuera de ellos mismos.

Ilustra y demuestra lo anterior un caso bastante extremo pero que es excepcional sólo por la intensidad de lo sucedido, y que pone en evidencia lo que ocurre a las personas que viven 'descentradas' cuando las circunstancias externas se desarticulan y desbaratan. En ocasión del terremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile, ante la tremenda destrucción ocurrida en la ciudad de Concepción, que significó que todos los sistemas (electricidad, agua, transporte, salud, comunicaciones, finanzas, etc.) dejaron de funcionar y el mundo exterior literalmente 'se caía a pedazos, muchísimas personas 'normales', que jamás hubieran pensado que actuarían de ese modo, se 'desbandaron': asaltaron centros comerciales apropiándose de todo lo que podían tomar, movidos por el pánico y el temor a la tremenda incertidumbre que se apoderó de ellos, o sea de su mente, cuando el mundo exterior entraba en caos. No hay otra explicación para su comportamiento fuera del hecho que, carentes de vida interior, no disponiendo de un centro en su propio ser, faltos de espacios internos de autoorientación y autodeterminación, se dejaron guiar por lo que ocurría allá afuera: el caos, el desorden completo, la incertidumbre más acentuada, la desorganización social.

Los espacios de vida 'interior' en personas así dependientes del exterior, son de hecho muy pequeños y se encuentran atrofiados. El problema y la indefensión que ello implica se evidencian cuando ocurren esos desmoronamientos externos, pues para enfrentarlos y superarlos cada uno cuenta sólo con lo que haya construido y desarrollado en su mundo 'interior'. Y si éste es muy pequeño, está atrofiado o es incluso inexistente, sólo se puede actuar y vivir conforme lo determinan el desorden exterior, que se reproduce en su mente.

El 'mundo interior' al que me refiero no es otro que el espacio que hayamos permitido ocupar en nosotros a la conciencia moral, el intelecto racional y el espíritu. De éstos es que surgen las energías que nos hacen creativos, autónomos y solidarios, y en consecuencia capaces no solamente de enfrentar con dignidad y conciencia las dificultades y problemas externos - en el momento actual, los efectos de las crisis económica, social, política, cultural, ambiental, etc. - sino, más allá de ello, de iniciar la creación de nuevas circunstancias, o sea de nuevas realidades económicas, sociales, políticas, culturales.

En el actual contexto de crisis de la civilización moderna, muchísimas personas que viven exteriormente experimentan el temor de que sus vidas cotidianas resulten afectadas por la crisis y buscan desesperadamente restaurar las circunstancias que hasta ahora les han permitido vivir con cierto decoro y bienestar. Se indignan, se movilizan, salen a las calles, incluso se organizan para 'luchar' junto a los otros que experimentan los mismos temores. Pero todo ello está dictado por el entorno, por las circunstancias, y por el propio yo individualista que se siente amenazado. Es una 'acción social' que no tiene raíces profundas en el 'mundo interior' de las personas, que es la única fuente de energías consistentes, creativas, autónomas y solidarias, capaces de llevar a una efectiva superación de los problemas y circunstancias adversas.

Todo esto explica también que el 'sistema' económico capitalista y el 'sistema' político partidista subsistan y persistan no obstante una gran mayoría de las personas dicen no quererlos e incluso repudiarlos. Subsisten por la sencilla razón de que esas mismas personas viven en casi completa dependencia de esos sistemas, y no sabrían qué hacer, como subsistir y vivir, si esos sistemas se derrumbasen. Pueden 'odiar al sistema', pero lo necesitan vitalmente. Tal vez precisamente por ello es que lo odian con tanta intensidad. Pero es un odio que termina siendo auto-destructivo: el desorden, la violencia, el caos que generan al exterior se reproducen en ellos mismos.

Es por eso que sostengo que un verdadero cambio, una genuina actividad creadora de un mundo nuevo, de una civilización superior, ha de comenzar necesariamente en nuestra intimidad, haciendo crecer los espacios interiores en que la conciencia, el intelecto y el espíritu pueda expandirse, convirtiéndonos en personas de conocimiento, autónomas, creativas y solidarias.

Entiéndase bien: no se trata de encerrarse en una subjetividad desencarnada, sino de abrirse a una interioridad comprometida. Pues el verdadero compromiso es aquél que nace de nuestra propia humanidad profunda que nos conecta íntimamente con la humanidad entera, y que es la que nos motiva y mueve hacia la justicia, la verdad, la belleza, la unidad.

Ni se diga tampoco que la interioridad nos aísla y separa de la comunidad, pues es exactamente al contrario. Vivir externamente nos integra en una colectividad masificada donde nuestra personalidad se pierde y disuelve en la masa informe, mientras que el vivir desde nuestro propio ser interior es de donde surgen relaciones verdaderamente humanas que llevan a configurar comunidades genuinamente humanas..

Llegar a vivir desde sí mismo, desde la propia y personal humanidad, es el resultado de un proceso, un camino que puede ser largo e incluso requerir un esfuerzo constante a lo largo de la vida. Pero es un camino que comienza en un punto; un proceso que se inicia con un acto simple, con una decisión soberana, consistente en plantearse seriamente recuperar el control de las propias condiciones de vida, y del propio pensar, sentir, actuar y relacionarse.

Es una rebelión interior, silenciosa, contra 'el sistema' externo y opresivo. Es el acto simple pero pleno de consecuencias, consistente en recuperar el control de nuestras propias condiciones de vida. Un acto interior simple que, si es auténtico, debiera manifestarse al menos en algún cambio de actitud o en alguna acción particular pero significativa, que puede consistir en dejar de hacer algo que se realiza en forma rutinaria por motivos puramente externos, o en realizar algo que se ha deseado hacer pero que la dependencia del exterior nos había inhibido de cumplir, o en regalarse un largo momento de silencio. Cada uno sabrá o deberá descubrir por sí mismo lo que la mencionada rebelión le implique. Claro que, si se es consecuente con este primer paso y se empieza a caminar en esa dirección, irán surgiendo y presentándose sucesivas, múltiples e insospechadas exigencias y realizaciones, que irán haciéndonos cada vez más creativos, autónomos y solidarios.

Luis Razeto

LA ALEGORÍA DEL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA


Hay en la Biblia una hermosa y esperanzadora alegoría: la de un cielo nuevo y una tierra nueva que vendrán. Pero ¿qué podemos entender por el ‘cielo nuevo’ y la ‘tierra nueva’ de que habla el profeta Isaías y que reaparece en el libro del Apocalipsis?
El cielo nuevo y la tierra nueva son, claramente, la expresión de un mundo feliz venidero, una suerte de utopía que podemos esperar, que debemos crear, y hacia la cual podemos transitar. Algunos han creído que ese cielo nuevo y esa tierra nueva ocurrirán después del fin del mundo; pero eso no corresponde a lo que se lee en el texto de Isaías 65, 17 -25, que dice así:
¡Se olvidarán las angustias de antaño, estarán ocultas a mis ojos! Pues voy a crear un cielo nuevo junto con una tierra nueva; ya no será mentado lo de antaño, ni volverá a ser recordado; antes bien, habrá gozo y regocijo por siempre, por lo que voy a crear. Voy a crear una Jerusalén «Regocijo», y un pueblo «Alegría»; me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo, sin que vuelvan a oírse ayes ni llantos. No habrá niños que vivan pocos días, ni adultos que no alcancen la vejez; será joven quien muera a los cien, y estará maldito quien no los alcance. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues mi pueblo durará lo que duren sus plantíos, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos. No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para verlos morir, pues serán pueblo bendito de Dios ellos junto con sus retoños. Antes que me llamen, responderé; aún estarán hablando, y escucharé.”
En el Apocalipsis 21, 1-5 leemos: “Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo. Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más». Y el que estaba sentado en el trono dijo: «¡Miren, hago nuevas todas las cosas!».
Para comprender bien de qué se trata, hay que precisar a que se refieren ‘el cielo’ y ‘la tierra’, y qué podemos entender por ‘Jerusalén Regocijo’ y por ‘mi pueblo Alegría’.
El cielo no es el firmamento cósmico compuesto de estrellas y galaxias. En el lenguaje de los filósofos, de los profetas y de los místicos, el cielo es un mundo moral y espiritual, el mundo de las ideas y saberes, de los valores y las virtudes. Un cielo ‘nuevo’ es, entonces, el espíritu renovado, un mundo de sabiduría superior y de moral perfeccionada.
La tierra es el mundo material, la naturaleza donde se despliega la vida y de la cual somos parte. Una tierra ‘nueva’ es, entonces, la naturaleza perfeccionada, embellecida, armónica, ecológica, donde florece la vida en todas sus manifestaciones y se ha puesto fin a los desastres, enfermedades y extinciones.
En el Antiguo Testamento Jerusalén era la ciudad sagrada donde estaba el Templo de Dios; mientras que por ‘pueblo’ se entendía la sociedad humana viviendo en la historia. Entonces, una nueva Jerusalén sería el "nuevo hogar de Dios', esto es, una nueva comunidad espiritual, santificada porque en ella está presente y habita Dios; mientras que el ‘pueblo de Dios’ animado por la nueva Jerusalén que actúa en ella, serían el mundo natural embellecido y perfeccionado por el ser humano, y la sociedad que habría llegado a ser justa, libre y fraterna, con una economía buena, saludable, ecológica, tal como es descrita por Isaías en el texto citado.
Ahora bien, dicen los textos que ese cielo nuevo y esa tierra nueva serán creados por Dios, y que la nueva Jerusalén descenderá del cielo como una novia hermosa, para producir regocijo y alegría del pueblo. ¿Significa esto que a nosotros nos corresponde solamente esperar con paciencia que todo ello ocurra, puesto que Dios lo realizará?
Para entender qué significa que Dios creará ese cielo y esa tierra nueva, y cómo la nueva Jerusalén descenderá del cielo, hay que saber de qué modo continúa Dios su creación en el mundo y cómo actúa en la historia humana.
Dios obra en el mundo y en la historia a través de los hombres y mujeres que lo aceptan y lo encuentran en su propio espíritu, y que cumplen su voluntad. Por eso somos nosotros quienes podemos y debemos crear el cielo nuevo y la tierra nueva, la Jerusalén Regocijo y el Pueblo Alegría. Todo eso, que Jesús sintetiza como el Reino de Dios, es la voluntad del Creador, que se ha de cumplir, pero no sin nuestra participación.
"Venga a nosotros tu Reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".
 
Luis Razeto
Una novela en que profundizo las relaciones entre religión, espiritualidad y ecología: