¿QUÉ DIOS PODRÍA EXISTIR? ¿EN QUÉ DIOS PODRÍAMOS CREER?


Muchas personas se preguntan, dudando: ¿existe Dios? Muchos más son los que afirman creer que Dios existe. Otros niegan su existencia. Pero pocos entre los que creen, entre los que niegan, y entre los que dudan, tienen una idea clara y distinta sobre qué, o cuál, es el Dios que afirman, o niegan, o dudan. Pues en la historia, en la filosofía, entre los creyentes de las diferentes religiones, y entre los pensadores de las distintas filosofías, se proponen muy diferentes "ideas de Dios".

Antes de afirmar o negar la existencia de Dios, hay que preguntarse a qué, o a quién, se refiere la pregunta.

¿Qué Dios podría existir, y qué Dios no es posible que exista?

¿Un Dios que no se distingue del universo, de la materia, la vida, la conciencia y el espíritu; o un Dios que trasciende todo lo existente, como un ser absoluto y perfecto?

¿Un Dios que es un “primer motor inmóvil”; o un Dios que es energía primordial que genera lo que existe en un proceso creador permanente?

¿Un Dios que está al comienzo de todo, crea el universo y que después de ponerlo en marcha se desentiende de lo que ocurra; o un Dios que crea y sostiene en la existencia cada cosa, providente y vigilante de lo que suceda en el mundo?

¿Un Dios que planifica, diseña y programa; o un Dios que libera energías creadoras y autónomas?

¿Un Dios que es alfa y omega, que está al comienzo y al fin, y que deja las letras para que en la evolución y en la historia se escriban todas las aventuras y desventuras posibles, mediante causas, leyes, y azares intrínsecos de la materia, la vida y la conciencia?; ¿o un Dios que cubre el alfabeto entero, determinando todo lo que sucede?

¿Un Dios impersonal, que es pura energía vital y espiritual; o un Dios personal, individual, que conoce y ama con solicitud a cada cosa y a cada persona, y con el cual es posible establecer una comunicación y relación personal?

¿Un Dios que diseñó el mundo con un plan inteligente que se cumple inexorablemente, determinando los acontecimientos y la historia humana en sus detalles; o un Dios que pone en marcha dinámicas creadoras, libres, azarosas y abiertas a múltiples desarrollos e historias posibles, dejando que el mundo y la historia dependan de nosotros?

¿Un Dios celoso, que domina, vigila, castiga y premia; o un Dios justo y amoroso, que comprende, perdona y salva, llegando incluso a “habitar entre nosotros” encarnado en un ser humano?

¿Un Dios indiferente a lo que nos sucede, y que por lo tanto no es importante para nosotros; o un Dios que escucha y ayuda a quienes lo conocen. lo adoran, lo aman?

¿Todas las anteriores? ¿Ninguna de las anteriores? ¿O qué?

Todas estas preguntas y las correspondientes alternativas de respuestas pueden ser examinadas a la luz de la experiencia y de la razón, y llegarse a conclusiones convincentes. Pero el trabajo intelectual de plantearse las preguntas y de buscar las respuestas, no se puede obviar.

Luis Razeto