Los cambios culturales son lentos porque las ideas nuevas se propagan
con gran dificultad, aunque ante un análisis y reflexión racional
esas ideas nuevas demuestren ser claramente verdaderas y superiores a
las ideas socialmente consolidadas. Esto tiene una explicación
psicológica muy sencilla.
Toda persona tiende a creer que lo que piensa es verdadero y
correcto. Uno piensa de una manera porque cree que las cosas son de
esa manera. Uno no puede pensar, o se resiste a creer, que lo que
piensa y cree sea falso o erróneo. Por ese motivo, cada uno juzga
las ideas de los otros en base a las creencias propias. Si lo que le
dicen, lo que escucha, lo que lee, corresponde a lo que ya piensa, o
es asimilable a eso, lo acepta, y se siente confirmado en sus ideas.
Es normal que cuando uno escucha algo esté pensando “estoy de
acuerdo”, o “no estoy de acuerdo”. ¿Es base a qué emite esos
juicios? Pues, en base a sus ideas previas. Escuchando un discurso o
conferencia, le parecerá bien y aplaudirá aquello que él mismo ya
piensa, o que lo confirma en sus creencias. Si por el contrario, lo
que le dicen es muy diferente a lo que piensa y cree, tenderá
espontáneamente a rechazarlo. Un cristiano, un marxista, un
liberal, convencidos de la verdad y corrección de sus creencias,
aceptarán las ideas que les expongan personas de las mismas
convicciones, y tenderán a rechazar las de los otros.
Y como toda idea o concepción nueva es, precisamente porque es
nueva, diferente a lo que todas las personas piensan y creen, su
aceptación se hace muy difícil, y muy lenta su propagación.
A lo anterior se agregan otros hechos que hacen difícil a las
personas cambiar de ideas y creencias. Cuando las ideas y
concepciones nuevas conllevan, exigen, o invitan a un cambio de
conducta o de vida, se agrega una dificultad adicional y mayor para
aceptarla, porque todo cambio de conducta o de modo de vivir implica
superar inercias y costumbres generalmente aceptadas, y plantea
desafíos y riesgos que las personas deben enfrentar por sí mismas,
diferenciándose o incluso separándose de los demás.
Si uno acepta ideas nuevas, debe dar cuenta de ellas ante los demás,
corriendo el riesgo de no ser comprendido, o incluso de ser
rechazado. Si, por ejemplo, un marxista, un cristiano o un liberal,
deja de ser marxista, cristiano o liberal por haber asumido una nueva
y distinta concepción de la vida, inevitablemente tenderá a verse
excluido, o él mismo tenderá a distanciarse, de los grupos que
mantienen esas creencias y convicciones y en los cuales él
participaba.
Finalmente, los intelectuales de profesión (me refiero a los
sociólogos, economistas, politólogos, periodistas, comunicadores
sociales, sacerdotes, etc.), suelen ser los más resistentes a
cambiar de ideas, pues en ello se juegan demasiados intereses y
ventajas. Esos “profesionales de las ideas”, obtienen sus
ingresos, su prestigio, su aceptación social, y su lugar dentro de
las instituciones y organizaciones en que participan, en base a las
ideas y creencias que aprendieron con no pocos esfuerzos de estudio y
dedicación, y que consiguientemente sostienen, apoyan y contribuyen
a difundir. Para ellos, cambiar de ideas puede resultarles muy caro.
Y como los intelectuales de profesión son particularmente
importantes en la difusión social de las ideas y creencias, son
ellos los principales reproductores de las creencias y concepciones
dadas, en que se formaron.
Y además, las instituciones que controlan los medios de comunicación
y de difusión de las ideas, propagan y reproducen las creencias
consolidadas, y son reacias a difundir concepciones nuevas. Las
instituciones de carácter ideológico, político o religioso, se
centran en promover lo que constituye su objetivo propio, cual es
difundir esas creencias ideológicas, políticas y religiosas.
Aquellas empresas de carácter comercial, se centran en lo que será
más fácilmente aceptado por el público, guiándose por el rating,
que obviamente no favorece ideas todavía no aceptadas socialmente.
Por todas estas dificultades psicológicas, sociales, profesionales,
políticas y económicas que tienen las ideas nuevas para ser
aceptadas y propagadas, la humanidad avanza muy lentamente, en lo que
a las ideas y creencias sociales, económicas, políticas y
religiosas se refiere.
Quienes elaboran ideas y concepciones nuevas, además de asegurarse
muy atenta y rigurosamente de que sean verdaderas y de beneficio
humano y social, superiores a las ideas y concepciones dadas, deben
ser muy persistentes, creativos, autónomos y solidarios en el
trabajo de su exposición, difusión y propagación, el que debe
realizarse en diferentes niveles de dificultad y complejidad, y para
ser comprendidas por públicos diversos.
Luis Razeto