VIVIR EXTERIORMENTE O DESDE LA PROPIA HUMANIDAD


La mayor parte de las personas vive exteriormente, dejándose llevar por las solicitaciones y exigencias de su entorno y de las relaciones y circunstancias en que están inmersas. Las circunstancias, relaciones y ambientes familiares, sociales, económicos, políticos y culturales les determinan su vida cotidiana, resultando así constantemente 'descentradas'. Vivir exteriormente es estar descentrado, es vivir fuera de sí. Porque son las personas, los hechos, los espacios y tiempos 'exteriores', los que habitan y llenan la conciencia de esos individuos que se piensan a sí mismos como elementos de aquello externo en que viven, actúan y mueven.

Es por vivir externamente que muchas personas suelen pensarse y sentirse a sí mismas como 'marginales', exceptuando aquellos en que un ego engrandecido les hace creer que el mundo 'gira a su alrededor', como los niños que se sienten el centro de la atención de quienes los miman.

Lo más grave de vivir exteriormente es que se pierde la propia humanidad, se desdibuja la identidad personal, y se debilitan las energías interiores. La persona que vive exteriormente ni siquiera se imagina lo que podría llegar a ser, y nunca lo intenta.

Las necesidades que experimentan las personas que viven exteriormente son aquellas que les son indicadas desde fuera: por los otros, por la publicidad, por las modas, siguiendo a los demás. Lo mismo ocurre con sus deseos y aspiraciones, que están dados por lo que otros les proponen como deseos y aspiraciones a perseguir. Incluso los compromisos con causas sociales y políticas son vividos exteriormente, ya se trate de la adhesión a un partido político, a una iglesia, a un movimiento o a un club deportivo.

Cuando las personas viven así exteriormente, son extremadamente dependientes, pues su vida depende en casi todos los aspectos de lo que suceda a su alrededor. Son llevados a exaltarse o a deprimirse por cosas que ocurren incluso en lugares lejanos y que a menudo tienen escasa importancia, como puede ser, por ejemplo, el resultado del partido de fútbol del equipo que los apasiona.

Es paradójico que el vivir externamente conlleva ser individualistas y competitivos. Porque ese mundo exterior incluye a tantos otros individuos semejantes que también dependen de él y que esperan que les proporcione lo que les interesa, lo que desean y lo que necesitan. Ese mundo externo les dice y enseña que tienen que competir. El individuo se atrinchera y apertrecha 'fuera de sí”, 'descentrado', instalado en un mundo en que es necesario competir, defenderse y a menudo también ser agresivo para enfrentar las diferentes circunstancias de un contexto que es incierto y que se sabe que es ajeno.

Y cuando llega a ocurrir que el mundo exterior en que han llegado a ocupar un lugar y tener un puesto, se altera o desmorona por alguna circunstancia casual o por un hecho causado por procesos que no controlan (enfermedad, pérdida del empleo, ruptura de la convivencia en el círculo en que se mueven, etc.), esas personas experimentan internamente la alteración y desmoronamiento exterior. El desbarajuste externo se refleja y reproduce inmediatamente en su interior, que contiene sólo aquello externo. Depresión, desorientación, melancolía, aburrimiento, son causadas por hechos que ocurren o dejan de ocurrir fuera de ellos mismos.

Ilustra y demuestra lo anterior un caso bastante extremo pero que es excepcional sólo por la intensidad de lo sucedido, y que pone en evidencia lo que ocurre a las personas que viven 'descentradas' cuando las circunstancias externas se desarticulan y desbaratan. En ocasión del terremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile, ante la tremenda destrucción ocurrida en la ciudad de Concepción, que significó que todos los sistemas (electricidad, agua, transporte, salud, comunicaciones, finanzas, etc.) dejaron de funcionar y el mundo exterior literalmente 'se caía a pedazos, muchísimas personas 'normales', que jamás hubieran pensado que actuarían de ese modo, se 'desbandaron': asaltaron centros comerciales apropiándose de todo lo que podían tomar, movidos por el pánico y el temor a la tremenda incertidumbre que se apoderó de ellos, o sea de su mente, cuando el mundo exterior entraba en caos. No hay otra explicación para su comportamiento fuera del hecho que, carentes de vida interior, no disponiendo de un centro en su propio ser, faltos de espacios internos de autoorientación y autodeterminación, se dejaron guiar por lo que ocurría allá afuera: el caos, el desorden completo, la incertidumbre más acentuada, la desorganización social.

Los espacios de vida 'interior' en personas así dependientes del exterior, son de hecho muy pequeños y se encuentran atrofiados. El problema y la indefensión que ello implica se evidencian cuando ocurren esos desmoronamientos externos, pues para enfrentarlos y superarlos cada uno cuenta sólo con lo que haya construido y desarrollado en su mundo 'interior'. Y si éste es muy pequeño, está atrofiado o es incluso inexistente, sólo se puede actuar y vivir conforme lo determinan el desorden exterior, que se reproduce en su mente.

El 'mundo interior' al que me refiero no es otro que el espacio que hayamos permitido ocupar en nosotros a la conciencia moral, el intelecto racional y el espíritu. De éstos es que surgen las energías que nos hacen creativos, autónomos y solidarios, y en consecuencia capaces no solamente de enfrentar con dignidad y conciencia las dificultades y problemas externos - en el momento actual, los efectos de las crisis económica, social, política, cultural, ambiental, etc. - sino, más allá de ello, de iniciar la creación de nuevas circunstancias, o sea de nuevas realidades económicas, sociales, políticas, culturales.

En el actual contexto de crisis de la civilización moderna, muchísimas personas que viven exteriormente experimentan el temor de que sus vidas cotidianas resulten afectadas por la crisis y buscan desesperadamente restaurar las circunstancias que hasta ahora les han permitido vivir con cierto decoro y bienestar. Se indignan, se movilizan, salen a las calles, incluso se organizan para 'luchar' junto a los otros que experimentan los mismos temores. Pero todo ello está dictado por el entorno, por las circunstancias, y por el propio yo individualista que se siente amenazado. Es una 'acción social' que no tiene raíces profundas en el 'mundo interior' de las personas, que es la única fuente de energías consistentes, creativas, autónomas y solidarias, capaces de llevar a una efectiva superación de los problemas y circunstancias adversas.

Todo esto explica también que el 'sistema' económico capitalista y el 'sistema' político partidista subsistan y persistan no obstante una gran mayoría de las personas dicen no quererlos e incluso repudiarlos. Subsisten por la sencilla razón de que esas mismas personas viven en casi completa dependencia de esos sistemas, y no sabrían qué hacer, como subsistir y vivir, si esos sistemas se derrumbasen. Pueden 'odiar al sistema', pero lo necesitan vitalmente. Tal vez precisamente por ello es que lo odian con tanta intensidad. Pero es un odio que termina siendo auto-destructivo: el desorden, la violencia, el caos que generan al exterior se reproducen en ellos mismos.

Es por eso que sostengo que un verdadero cambio, una genuina actividad creadora de un mundo nuevo, de una civilización superior, ha de comenzar necesariamente en nuestra intimidad, haciendo crecer los espacios interiores en que la conciencia, el intelecto y el espíritu pueda expandirse, convirtiéndonos en personas de conocimiento, autónomas, creativas y solidarias.

Entiéndase bien: no se trata de encerrarse en una subjetividad desencarnada, sino de abrirse a una interioridad comprometida. Pues el verdadero compromiso es aquél que nace de nuestra propia humanidad profunda que nos conecta íntimamente con la humanidad entera, y que es la que nos motiva y mueve hacia la justicia, la verdad, la belleza, la unidad.

Ni se diga tampoco que la interioridad nos aísla y separa de la comunidad, pues es exactamente al contrario. Vivir externamente nos integra en una colectividad masificada donde nuestra personalidad se pierde y disuelve en la masa informe, mientras que el vivir desde nuestro propio ser interior es de donde surgen relaciones verdaderamente humanas que llevan a configurar comunidades genuinamente humanas..

Llegar a vivir desde sí mismo, desde la propia y personal humanidad, es el resultado de un proceso, un camino que puede ser largo e incluso requerir un esfuerzo constante a lo largo de la vida. Pero es un camino que comienza en un punto; un proceso que se inicia con un acto simple, con una decisión soberana, consistente en plantearse seriamente recuperar el control de las propias condiciones de vida, y del propio pensar, sentir, actuar y relacionarse.

Es una rebelión interior, silenciosa, contra 'el sistema' externo y opresivo. Es el acto simple pero pleno de consecuencias, consistente en recuperar el control de nuestras propias condiciones de vida. Un acto interior simple que, si es auténtico, debiera manifestarse al menos en algún cambio de actitud o en alguna acción particular pero significativa, que puede consistir en dejar de hacer algo que se realiza en forma rutinaria por motivos puramente externos, o en realizar algo que se ha deseado hacer pero que la dependencia del exterior nos había inhibido de cumplir, o en regalarse un largo momento de silencio. Cada uno sabrá o deberá descubrir por sí mismo lo que la mencionada rebelión le implique. Claro que, si se es consecuente con este primer paso y se empieza a caminar en esa dirección, irán surgiendo y presentándose sucesivas, múltiples e insospechadas exigencias y realizaciones, que irán haciéndonos cada vez más creativos, autónomos y solidarios.

Luis Razeto